
En estos tiempos neofeministas sería fácil escribir una biografía reivindicando a Zelda y presentar a su marido Scott como el malvado de la historia y alguien que cercenó las posibilidades creativas de su mujer.
Seguro que ya se ha hecho, que se está haciendo y que se hará. Porque es una presentación de los hechos atrayente y sugerente. Sin embargo, y desde mi punto de vista es una simplificación absoluta e injusta (con los dos). Todo fue muy complejo y tremendamente complicado. Muy difícil de juzgar.
Tanto Scott como Zelda eran personas inestables psicológicamente. En su disculpa se puede decir que tenían temperamento de artistas. Scott era inseguro de forma patológica (ver infancia), pero su única vocación era la literatura. Tenía la formación adecuada y toda su energía profesional se volcó en ello. No solo es que fuera un hombre, sino que toda su vida se dedicó intensamente a escribir.
Zelda nació en el seno de una familia de rancio abolengo (americano) del Sur estadounidense, pero no eran ricos. Su padre era juez. Era una niña muy guapa, creativa, lista, excéntrica, aventurera e intrépida. Al ser la pequeña de cinco hermanos estaba malcriada, mimada, consentida y poco controlada En su vida lavó un plato o realizó cualquier otra labor doméstica. Pero, debido a su época no tuvo una formación académica seria, ni la compensó de forma personal con lecturas apropiadas. Era talentosa de forma natural. Fue todo lo atrevida que podía ser una chica de buena familia en esas condiciones a principios del siglo XX. Ella sabía que la única posibilidad social que tenía por delante era hacer un matrimonio provechoso: o bien un chico financieramente potable, pero aburrido, o bien con alguien que le proporcionara emociones, pero también posición y dinero. Scott acabó ajustándose a ese segundo modelo.
Cuando Zelda tonteaba con Scott, y se dejaba cortejar por unos cuantos chicos más, no perdía la cabeza, sabía muy bien que necesitaba un marido rico o con amplias posibilidades económicas. A Zelda le gustaba Scott, pero nunca se hubiera comprometido de no estar segura de que podía mantenerla a su nivel, nunca se hubiera casado simplemente por amor.
A Scott le gustaba Zelda, era por supuesto una chica muy guapa, divertida e inteligente, pero de momento fuera de su alcance social. Esas barreras que parecían diluirse cuando el chico viste un uniforme y está a punto de marchar a la guerra actuaban a su favor, pero no lo suficiente. El romántico era Scott, no Zelda.
¿Estás enamorada de alguien con el que no te casarías si no tiene dinero? ¿Zelda le quería?. Scott estaba enamorado porque era un romántico saturado de poesía y Zelda representaba todo su ideal. Que no estuviera a su alcance y pudiera perderla a manos de otro incrementaba su ansia y deseo.
Pero todo salió bien y Scott triunfó, así que Zelda salió de Alabama y fue a Nueva York a casarse. Es obvio que el ambiente no era el mismo. Las posibilidades de divertirse, salir, fiestas, beber, amistades y personas carismáticas… eran infinitas y no había que volver a casa para dar explicaciones a los papás. Scott acababa de publicar con gran éxito su primera novela, tenía dinero y Zelda le daba la confianza en sí mismo que necesitaba: las compuertas del pantano se abrieron; Scott y Zelda se entregaron a esa orgía de desenfreno general.
¿Por qué los Fitzgerald eran unos alcohólicos? Por lo que cuenta el mismo Scott, en esa época beber y fumar en la adolescencia significaba hacerse mayor, formar parte de los adultos. Entregarse a ello intensamente era una forma de rebeldía, de modernidad y de malditismo a cultivar. Algo necesario para un artista. Después están las fiestas, que no sé si las fiestas se hacen para beber o es el escenario necesario para ello. Es un poco como los bares: si se trata de beber puedes hacerlo en casa ¿para qué pagar más en un local?: para estar acompañado de gente de hace lo mismo, de normalizar un vicio y de creer que es divertido.
Volviendo a los años 20. La ley seca duró de 1920 a 1933, es decir y contradictoriamente cuando los Fitzgerald bebieron más. Lo prohibido siempre atrae. Se han acostumbrado a beber, quizá incluso hay algo genético ancestral de las razas nórdicas que hacen del consumo de alcohol algo enfermizo. Las fiestas sin beber no existen, ni son imaginables. Beber ayuda a desinhibirse, suelta los ánimos y el ingenio, todo parece más divertido, el mundo y sus tristezas se diluyen.
Mientras Scott siguió entregado a la tarea de escribir: lo que fuera, como fuera, cualquier cosa, pero solo escribir. Zelda que tenía posibilidades para todo, pero era incapaz de centrarse, de saber realmente lo que quería. Estaba destinada a la dispersión y finalmente a la locura.
Me parece lógico que Zelda deseando explorar su creatividad y teniendo al lado a Scott, así como a todo su grupo de amigos escritores, con un ambiente estimulante en ese sentido, pensara en que ella podía escribir. Y lo hizo. Y publicó. Pero no tuvo éxito. Y fue profundamente censurada y desalentada en ese sentido. Después se exploró a sí misma como pintora (también vivió un ambiente propicio para ello), y como bailarina, pero empezó muy tarde. En todas esas facetas fue reprobada y desanimada. Aunque tuvo sus publicaciones, su exposición y sus intensas clases de ballet.
Lo miremos como lo miremos, Zelda no se volvió loca por culpa de Scott. Su enfermedad venía de lejos, con antecedentes familiares claros. Su diagnosticada esquizofrenia adulta pugnaba por manifestarse desde hacía mucho tiempo y el tipo de vida que llevaba no ayudaba a tener estabilidad mental. Pero en la suposición de que se hubiera casado con otra persona, alguien rico y tranquilo de Alabama, seguramente el aburrimiento y la necesidad de emociones hubiera provocado que acabara buscando otro tipo de vida alternativa también peligrosa para su mente.
No hace falta demasiada imaginación para figurarse la convivencia de dos alcohólicos: la diferencia de estados de embriaguez o sobriedad crean abismos insalvables. Nada más insoportable que estar sobrio/a y tener al lado a un borracho/a. O al revés.
Por otro lado, la coexistencia con alguien desequilibrado o directamente loco es mucho más difícil y terrible de lo que la gente supone, lo que puede llevar a comportamientos crueles y de evitación de contacto.
Para entender el caso de los Fitzgerald se puede comparar con otros casos parecidos que conozco bien. Por ejemplo el matrimonio Bowles: Paul y Jane. Ambos conocidos como escritores. Paul como el autor de «El cielo protector» por ejemplo. Ella con una obra muy breve, pero conocida y muy alabada por su amigo Truman Capone. Jane (1917-1973) deja de escribir, mientras que su marido, Paul (1910-1999) sigue con su carrera literaria. Ella acaba en un manicomio. Fácil para llegar a conclusiones apresuradas e injustas con Paul.
Otro caso que sería el contrario lo encontramos en Virginia Woolf (Inglaterra 1882-1941). Escritora por vocación, dedicada por completo a su carrera y con éxito en su obra (lo que demuestra que una mujer escritora podía hacerlo). Casada con un hombre discreto (su editor Leonard Woolf) que se dedica a cuidarla, a mantenerla a salvo de sí misma, que le aporta toda la tranquilidad del mundo, pero… no es suficiente. Virginia teme volverse loca y se suicida.
También tenemos el caso, de por ejemplo Dorothy Parker (Nueva York 1893-1967) que tiene un éxito total en su momento como escritora de relatos cortos para revistas en la «era del jazz» aunque sumida totalmente en el alcoholismo, pero que una vez pasado su momento es olvidada. Considerada erróneamente una autora maldita y infravalorada.
En conclusión, creo que el caso Zelda contra Scott es muy complicado y me molesta la simplificación a la que habitualmente se ve reducido. Aunque entiendo el fenómeno de las simpatías personales.

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