El último magnate (1941), F.S. Fitzgerald

«El último magnate»

(The Last Tycoon) 1941

Francis Scott Fitzgerald

Ed. debolsillo 2018, 233 pp.

trad. y epílogo Dolors Ortega
prólogo Edmund Wilson

 

Este libro estaba inacabado cuando se produjo la muerte del autor. Su amigo y crítico E. Wilson preparó esta edición, hay otra a cargo de M. J. Bruccoli, también crítico y biógrafo de Fitzgerald.

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Empieza escrito en primera persona por Cecilia Brady, una jovencita de diecinueve años, hija del jefe de un estudio de cine clásico. Ella se ha criado entre las gentes del celuloide. Estudia en el Este y viaja a California por vacaciones. Ya en el avión asiste a las pequeñas intrigas del mundillo. También viaja Monroe Stahr alias Señor Smith, judío de veintinueve años, el productor estrella del estudio. Fetiche de su padre y del éxito de sus producciones gracias a su gran talento intuitivo, pero cuya salud cardíaca está comprometida fatalmente.

Cecilia está enamorada de Stahr, pero el productor solo piensa en su mujer fallecida y en una chica vista en un momento de la que se ha quedado hechizado por el parecido con su esposa.

Después pasamos a un narrador omnisciente que sigue a Stahr y nos introduce en todos los detalles de su talentoso trabajo a través de diferentes situaciones. Stahr se obsesiona con la chica desconocida hasta que logra dar con ella. Se llama Kathleen Moore: es irlandesa con un pasado complicado. Inicia entonces un idilio poco solvente en todos los sentidos.

A partir de aquí ya casi solo hay notas: Se habla de conflictos con los sindicatos, complicaciones diversas y un final catastrófico.

*  *  *

El narrador irá cambiando de Cecilia a omniscente a ciertos intervalos, quizá por capítulos, pero al no estar terminada no se sabe.

El libro, pese a no estar acabado revela un gran conocimiento de los mecanismos de producción cinematográfica, o por lo menos de la idea que tenemos de ello por las películas y por libros. No es un secreto que la figura de Monroe Stahr está inspirada en el legendario productor Irving Thalberg (1899-1936) también de mala salud (murió a los 37 años de pulmonía). Así como, en Cecilia, a veces llamada Celia (¿?) que es una mezcla entre la propia hija de Scott y el escritor y guionista Budd Schulberg que pasó su infancia en los estudios porque su padre era el director de la Paramount y con el que Fitzgerald había hablado.

Hay también bastante descripción del trabajo de los guionistas y los escritores importados del Este para trabajar en el medio. Cuenta lo difícil que resulta adaptarse al sistema de Hollywood, donde un guion pasa por muchísimas manos a la vez y su autoría queda muy diluida. Fitzgerald se distancia y no parece hablar de sí mismo cuando los describe, salvo para decir que por lo general y especialmente los guionistas/escritores son bebedores habituales y solo trabajan bien cuando están sobrios.

A pesar de que la novela tiene aspectos descriptivos interesantes y los personajes de Stahr y Cecilia son válidos, la historia de amor de Stahr con Kathleen es muy insatisfactoria, muy cursi y recuerda a malas novelas románticas. Kathleen esta inspirada en la última compañera de Scott, Sheila Graham que efectivamente era irlandesa o inglesa y con un pasado turbio. Lo que se nos muestra es algo bastante inaceptable: Stahr se encapricha de la chica porque es calcada a su mujer muerta, lo que es una trasferencia de afecto de recepción dudosa para cualquier mujer, y porque Kathleen a pesar de que es una mujer fácil, es esquiva. Ella se nos presenta como una oportunista (desinteresada ¿?), que va pasando de un hombre a otro como solución a sus problemas de supervivencia (algo fatalmente inevitable, no como debilidad de carácter de ella, ni su poco interés por encontrar trabajo). Es evidente que calcula la capacidad (muy remota y por ello es parcialmente distante) de Stahr de ofrecerle matrimonio y seguridad, pero no lo ve claro. Si Fitzgerald nos lo contara tal y como es, sería acertado, pero como era una situación en la que él mismo vivía, lo cuenta como si nos hablara de algo razonable.

El conflicto salarial y sindical lo veo forzado y el final demasiado dramático.

El gran Gatsby (1925), F.S. Fitzgerald

«El gran Gatsby»

The Great Gatsby, 1925)

Francis Scott Fitzgerald

Alfaguara, 2002, 226 pp.

 

¡Qué lástima que no me guste! La versión cinematográfica se solapa con el texto y lo ahoga. A pesar de la cantidad de años que hace que vi la película (1974), ésta viene continuamente a la mente y no puedo desligar a los actores de los personajes. Es un contratiempo. Si ya Daisy en la novela es insoportable, recordarla como Mia Farrow es insufrible.

Scott trabajaba en Hollywood haciendo guiones, aunque no logró que ninguno, o casi ninguno llegara a la pantalla. El gran Gatsby es sin duda un guion cinematográfico, absolutamente visual. Me ha parecido pobre en la descripción, sórdida en los personajes, demasiado alcohol y poca vivencia personal y lo peor es que ni siquiera el propio Gatsby me agrada; es un arribista sin glamour. Sólo sabe gastar el dinero que antes no tenía para intentar deslumbrar y eso no me conmueve. Pobre Gatsby, pobre Scott.

Desde luego la gran novela de Scott es su propia vida. Sus novelas se me antojan pálidos reflejos de su propia realidad.

Notas:

  1. Este comentario está escrito el 16-2-2017, aunque ya la había leído con anterioridad.
  2. Siempre tengo una dificultad extrema en hacer una apreciación correcta, porque las películas se superponen a la novela.
  3. Tengo que volver a hacer una lectura minuciosa. Queda pendiente.

A este lado del paraíso (1920), F.S. Fitzgerald

» A este lado del paraíso »

This side of Paradise) 1920

Francis Scott Fitzgerald

Alianza bolsillo 2009, 302 pp.

No puedo comprender cómo sintiendo la simpatía que tengo por Scott Fitzgerald no logro que me guste ninguna de sus ficciones. Incluso con «El gran Gatsby». Si bien, cuando escribe artículos o comentarios basados en sus propias experiencias sucede lo contrario.

Puedo entender que Fitzgerald diera voz, no tanto a una generación, como a ciertas inquietudes de los jóvenes de su época. A un sector de jóvenes muy minoritario: ricos y guapos. En cualquier caso, un espejo donde todos querrían mirarse. Pero también malogrados y desaprovechados por culpa de un ensimismamiento tonto, de una debilidad de carácter que se traduce en alcoholismo y en un teniéndolo todo de entrada, acabar siendo un fracaso.

Leído hoy, el libro es bastante irritante: tiene mucho de romanticismo bobo, de juventud demasiado consentida, de estudiantes privilegiados de Princeton que dilapidan sus posibilidades en la auto contemplación de sus propias posibilidades.

Esta novela pertenece al género «de aprendizaje» o bildungsroman. Nos habla de un personaje llamado Amory Blaine, (asombrosamente parecido al propio Francis)  nacido en 1896 (el mismo año que el autor). La madre es un ser etéreo y el padre fantasmal en una inexistencia acomodada. Tienen un niño Amory destinado a ser alguien especial y privilegiado, por el mero hecho de ser agraciado, simpático y no tener problemas económicos. De momento. Más adelante, cuando sus padres falten se encontrará sin recursos.

Amory se ve a sí mismo solo, pero ante una fabulosa amplia gama de perspectivas consoladoras. Diseña su futuro a través de una elegante escuela y luego en Princeton. Dónde sabe Dios qué estudia, porque nunca lo dice. La cuestión es hacer versos cual nuevo Byron, amistades que para eso se va a Princeton y volar de flor en flor femenina para desahogar tanto romanticismo mal entendido.

Pronto nos damos cuenta que la juventud de Amory coincide con la Guerra del 14, aunque él solo la menciona de pasada. Luego parece que participa, pero es muy vago en detalles. No estamos seguros de ello. Todo apuntaba a que la guerra lo cambiaría todo y maduraría finalmente, pero no es así. Amory sigue siendo el mismo de siempre: un chico agradable que no sabe adonde va.

El libro parece moderno porque está hecho a trozos. Aunque en realidad es la consecuencia de cambiar y cambiar su estructura y ampliarla tras rechazos y rechazos de editoriales. Lo que le acaba dando un aire de modernidad artificial. Lo peor del caso es que su publicación tuvo un éxito arrollador. Francis/Amory que ya tenían un grave problema con una cosa que Freud llama «el principio de realidad» lo perdieron por completo.

Supongo que Fitzgerald luego se pasó la vida intentando entender por qué tuvo tanto éxito y después no lo lograba. En esta primera novela se nos muestra un cierto ambiente que podía resultaba moderno y distinto. Incluso descrito de forma, quizá, innovadora, que supuso un interés momentáneo del público. Pero también, es demasiado banal, alelada y clasista.

Para mí el problema no es tanto lo que nos cuenta el autor, sino la falta de alicientes de la forma de la escritura. No hay atractivo narrativo, ni en la forma, ni el contenido. Por no decir que las poesías que se incluyen en el texto son insufribles y pedantes. O las partes escritas como obra de teatro. Muy artificial e incoherente. Es tan solo una muestra de una faceta novedosa de la realidad en un momento concreto.

Todo esto no significa que deje de leer a Fitzgerald, al contrario, estoy realmente fascinada de cómo con ese bagaje personal se puede construir una fracasada y gloriosa carrera literaria.

el autor en 1921

Nota:
A pesar de que este comentario pueda parecer negativo y quizá lo es, (hay bastantes críticos a quienes no les gusta este libro), y mientras lo leía no de dejaba de pensar en abandonarlo, pero no lo hacía y seguía, aunque no me gustaba; ha sido el extraño detonante que ha provocado la creación de este blog y la investigación sobre la obra, vida y época del matrimonio Fitzgerald.