Sueños de invierno (1922) – F.S. Fitzgerald

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( Winter Dreams )

relato aparecido en la revista Metropolitan Magazine (diciembre 1922)

Francis Scott Fitzgerald

(Cuentos 1 – pp. 463 a 500)

 

Dexter Green es un joven de catorce años que destaca y es muy apreciado como caddie en el campo de golf donde trabaja a tiempo parcial cerca del lago Black Bear de su Minnesota natal. Durante el crudo y largo invierno todo queda helado hasta la primavera siguiente en la que de nuevo todo renace. Un día ve a una niña de once años, Judy, con su niñera y queda prendado de ella. Que la ñiña sea una clienta y el un simple caddie lo impulsa irrefrenablemente a la necesidad de cambio, por lo que abandona el trabajo. A pesar de que Dexter no es pobre y su padre puede pagarle una buena educación, él sabe que la futura chica está muy por encima de su alcance. Así que a partir de ese momento se concentrará en estudiar y triunfar.

El tiempo va pasando y los dos crecen. Judy se va convirtiendo en esa mujer de arrolladora belleza que Dexter suponía. Sus caminos de cruzan constantemente. Dexter está en condiciones económicas de satisfacer a la chica, pero ella solo desea coquetear con todos y no quedarse con ninguno.

Finalmente Dexter se promete con otra chica, aunque no esté demasiado enamorado. Pero Judy surge de la nada para volver a quedar con él y que rompa el compromiso. Aunque después de un mes ya se ha cansado.

Los años no perdonan y Dexter ya es un hombre de más de treinta completamente aposentado en los negocios, pero soltero. En su despacho, un amigo le comenta que vio a Judy hace poco. Malcasada y con niños. Muy perjudicada y sin apenas encanto. ¿Pero si solo tiene veintiocho años? replica él.

Dexter se da cuenta, toma consciencia que durante toda su vida Judy ha sido el motor que lo ha impulsado hacia adelante. Le ha dado la vitalidad necesaria para prosperar y triunfar. Ha sido su ideal. Más allá que le correspondiera o le quisiera, aspectos que no serían sustanciales. Sabe que su ideal ha dejado de serlo, y si el ideal desaparece, las ilusiones también.

«Las puertas se habían cerrado, el sol de había puesto, y la única belleza que quedaba era la belleza gris del acero que resiste al tiempo. Incluso el dolor que podía haber sentido había quedado atrás, en el país de las ilusiones, de la juventud, de la plenitud de la vida, donde habían florecido sus sueños de invierno.»

Sí, es verdad que todos los argumentos de Scott giran siempre en torno al mismo tema, pero, al ser tan premonitorios de lo que le pasaría después adquieren una altura insopechada.