Sheila Graham y cómo sacar provecho de Scott Fitzgerald

F. Scott Fitgerald and Sheila Graham(es la única foto que he encontrado de ellos dos juntos)

Después de ver la película “Días sin vida” (Beloved Infidel) dir. Henry King USA 1959, que he comentado antes, sobre la supuesta relación de Sheila Graham con un Scott Fitzgerald pre difunto, me gustaría aclarar ciertos datos.

Sheila Graham

Sheila Graham fue una señora que como muy bien la define la Wikipedia: Sheilah Graham (nacida Lily Shiel ; 15 de septiembre de 1904 – 17 de noviembre de 1988=84a.) fue actriz, escritora y una columnista de chismes estadounidense nacida en Gran Bretaña, durante la «Edad de Oro» de Hollywood. Junto con Louella Parsons y Hedda Hopper , Graham llegó a ejercer el poder suficiente para hacer o deshacer las carreras de Hollywood.

Que te pongan junto a Louella Parsons y Hedda Hopper en un trío ya es como de espanto, por la cantidad de maldad que esparcieron durante su amarillenta carrera pseudo periodística. Me las imagino como a las tres brujas de Macbeth.

En 1937 cuando Sheila todavía era muy poco en Hollywood vivía en el mismo bloque de apartamentos que Francis Scott Fitzgerald. Eran unas viviendas sencillas, porque el autor ya se encontraba en plena decadencia económica y creativa, pero todavía hacía algunos trabajitos para el cine, aunque sin fructificar. Scott ocupaba el piso de arriba y Sheila el de la planta baja. Era tan mala la salud física del autor que subir unos escalones suponía un gran esfuerzo, así fue como entabló relación con Sheila que lo dejaba estar en su apartamento.

Sheila sabía perfectamente quien era y quien había sido Fitzgerald, por lo que su predisposición era positiva para ser servicial con él. Dicen que cuando lo conoció estaba recién divorciada de su primer marido y prometida con un marqués de no sé qué, pero dejó al marqués por Scott. Finalmente el escritor tuvo un ataque al corazón en septiembre de 1940, precisamente en el apartamento de Sheila.

Sheila tuvo el detalle de no acudir al entierro de Scott. Todavía no había interiorizado el papel de viuda y quizás temía la presencia de la esposa del autor Zelda, que tampoco acudió.

Después escribió hasta tres libros sobre ella y Fitzgerald como si hubieran sido una pareja sentimental. Incluso el hijo de Sheila años más tarde siguió exprimiendo la vaca del supuesto affair de su mamá con un señor borracho, pero excelso. De una manera indirecta Sheila vivió toda su vida restante y aunque se casara de nuevo, bajo la divina aureola de estar santificada por haber respirado el mismo aire que Scott.

Lo que sucede es que yo no me creo nada de lo que cuenta. Primero y más importante: Scott no estaba en condiciones físicas de tener ninguna relación. Se cansaba al subir dos escalones y estaba permanentemente agotado porque ya tenía el corazón en mal estado. Si Scott necesitaba algo era una copa, no una mujer. Era como un hombre de 70 años (con 40) enfermo y sin Viagra. Leer por ejemplo el relato/ensayo – Afternoon of an Author, 1936 – La tarde de un autor/escritor.

Scott seguía escribiéndose con su mujer y sus cartas demuestran que todavía la quiere, y ella a él, aunque no puedan, ni quieran estar juntos.

Por lo que podemos apreciar en sus cartas, ensayos y relatos: material casi todo autobiográfico, Scott había desarrollado con los años un tipo de relación amorosa peculiar con las mujeres del que ya hablaré especificamente en otra entrada, pero que desde luego lo aleja de cualquier posibilidad romántica con Sheila Graham.

La verdad no la sabe nadie. Lo que cuenta Sheila es un material muy interesado. Todo son suposiciones y yo supongo que solo hubo amistad, un hombro en el que llorar y agradecimiento por trabajar sin subir escalones.

*-*

Sin embargo y como en las tramas de intriga accedo a nuevos datos que me obligan a replantearme los hechos. Hay dos cartas , en la recopilación de epistolar traducida al español y titulada «El arte de perder«, y supongo que hay más cartas en otras ediciones más amplias. Una de las misivas fechada el 2 dic 1939 está dirigida a la misma Sheila, a la que Scott llama Sheilah. En ella se disculpa por una pelea en la que dijo cosas «horribles», pero al mismo tiempo le proclama su amor:

«te amé con todo lo que tenía para dar, pero algo marchaba tremendamente mal […] Desde hace más de dos años tu imagen está en todas partes… «

Pero sigamos con la intriga, la carta está escrita a máquina. ¿Podría haberla escrito Sheila? Pero ¿hay más cartas? De hecho hay otra fecha el 15 dic. de 1940, una semana antes de morir. Es una carta lastimosa y deprimente en la que Scott escribe a su hija anunciándole que le envía un regalo: un abrigo de segunda mano propiedad de Sheila, que han arreglado para ella. Le pide a su hija que le de las gracias y toda una serie de formalidades un poco absurdas para agradecer el regalo. Así pues, su hija conoce, por lo menos por carta, a Sheila y no sé hasta que punto la naturaleza sus relaciones.

Ya he dicho antes que el estado de salud de Scott dificultaba la posibilitad de relaciones sexuales. Incluso la misma Sheila Graham declaró: «Nunca fuimos amantes«. Y me lo creo, aunque entonces se pudiera entender como una protección a la reputación de ella. Es decir, que fue una cosa platónica muy romántica que podemos vislumbrar en el personaje de Kathleen de la última e inacabada novela «El último magnate«.

A mí este romance no me gusta y no lo entiendo. Scott parece tener la vista de un topo para las relaciones personales. También es cierto que a veces es imposible comprender todos los detalles de cualquier suceso, que explicado y manoseado por el tiempo pierde tu textura y naturaleza. Hemos de resignarnos a una aproximación a la realidad y aceptar que nunca podemos saber la verdad real de las cosas.

Desde luego ya me había fijado en el elogio de Edmund Wilson impreso en la portada del primer libro sobre las relaciones de la Graham: «The very best portrait of F. Scott Fitzgerald that has been put into print. Edmund Wilson».  Sería raro que el mejor amigo de Scott bendijera unas memorias dudosas.

También es cierto que en todas las últimas cartas, y son muchas, de este periodo entre Scott y Zelda, aunque se encabecen como «Querido Scott» y «Querida Zelda» (colección editada con ese nombre) ya no hablan en ellas de amor: hablan de dinero, de subsistir con lo que tengan y comparten la preocupación de que la hija de ambos tenga todo lo necesario para construirse un buen futuro.

En aquella época Scott y Sheila vivían en:

5521 Amestoy Avenue
Encino, California

Scott en el tercer piso. Me sorprende sobremanera no encontrar ninguna foto de la época en Internet del edificio.

Días sin vida, film 1959

«Días sin vida»

(Beloved Infidel)

Henry King

USA 1959

v.o.s.

Basada en las memorias de la que fue la última compañera sentimental del escritor F. Scott Fitzgerald.

No dudo que la propia señora ya imprimiera en el texto una cantidad indigesta de romanticismo, sentimentalismo combinado con unas notas de alcohol y drama. Ahora bien, que lo trasladen tal a cual al cine, eso ya tiene delito. Y que además participen actores de la categoría de Gregory Peck y Deborah Kerr aumenta la afrenta, porque actúan mal. Quizá porque el guion tampoco les permite otra cosa. 

Tanto da la actriz que interpreta a la señora, porque nadie la conoce, pero a Scott Fitzgerald, por favor. No es ya que Gregory Peck intente imitar algo al escritor, que no lo hace, sino que hace de Gregory Peck como si solo tuviera un registro.

F. Scott Fitgerald and Sheila Graham
Deborah Kerr y Gregory Peck (como Sheila y Scott)

El guion es espantoso. Unos diálogos insufribles. Una historia que no entra ni con calzador. Rodada en estudio la mayor parte salvo las escenas de playa.

La pregunta sería el por qué la he visto hasta el final (123 min.) Bien, primero por la calidad visual y el color: magníficos. Después por el vestuario esplendoroso de la Sra. Kerr, aunque dado que el escritor fallece en 1940, me parece algo desfasado, más años cincuenta que treinta, así como los peinados de ella, al estilo de Kim Novak, en los que predominan los recogidos ultra elegantes, alternados con sueltos tipo estropajo (de cuando los estropajos eran de esparto).  Y finalmente los detalles de ambientación que son muy entretenidos de ver (como ese avión comercial con camas tipo tren).

Desde luego, después de ver la película pocas ganas pueden quedar de leer el libro de memorias de esta señora. Si se desea leer la entrada siguiente: Sheila Graham y cómo sacar provecho de Scott Fitzgerald.