El gran Gatsby, film 1974

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(The Great Gatsby)

dir. Jack Clayton

USA 1974

guion de Francis Ford Coppola

 

No he tenido la ocasión de volverla a ver, pero creo que la recuerdo perfectamente. De alguna manera el argumento original de Gatsby no me gusta. Y más o menos todas las adaptaciones filmadas son bastante fieles a la novela. Se trataría de subrayar unos detalles más que otros, intentar ser más sutil y ofrecer más perspectiva más amplia de la historia y la época.

Otro problema son los personajes. El único con el que podemos simpatizar es Nick Carraway el narrador y vecino. Todos los demás son muy negativos. Ahora bien, se puede enfatizar la elección de actores para dimensionarlos de otra forma. En esta adaptación: Nick es un correcto y adecuado Sam Waterston. Gatsby es también bien retratado por un Robert Redford en su mejor momento físico. Ahora bien, Mia Farrow como Daisy es una pesadilla que recordaré en todos los tiempos futuros. Bruce Dern hace muy mal de Tom. No le pega nada el personaje. Y todos los demás tampoco me gustan.

No sé si me atreveré a verla de nuevo algún día. Tampoco la tengo a mano. Recuerdo que el diseño de producción era relevante, así como el vestuario, escenografía y música.

Días sin vida, film 1959

«Días sin vida»

(Beloved Infidel)

Henry King

USA 1959

v.o.s.

Basada en las memorias de la que fue la última compañera sentimental del escritor F. Scott Fitzgerald.

No dudo que la propia señora ya imprimiera en el texto una cantidad indigesta de romanticismo, sentimentalismo combinado con unas notas de alcohol y drama. Ahora bien, que lo trasladen tal a cual al cine, eso ya tiene delito. Y que además participen actores de la categoría de Gregory Peck y Deborah Kerr aumenta la afrenta, porque actúan mal. Quizá porque el guion tampoco les permite otra cosa. 

Tanto da la actriz que interpreta a la señora, porque nadie la conoce, pero a Scott Fitzgerald, por favor. No es ya que Gregory Peck intente imitar algo al escritor, que no lo hace, sino que hace de Gregory Peck como si solo tuviera un registro.

F. Scott Fitgerald and Sheila Graham
Deborah Kerr y Gregory Peck (como Sheila y Scott)

El guion es espantoso. Unos diálogos insufribles. Una historia que no entra ni con calzador. Rodada en estudio la mayor parte salvo las escenas de playa.

La pregunta sería el por qué la he visto hasta el final (123 min.) Bien, primero por la calidad visual y el color: magníficos. Después por el vestuario esplendoroso de la Sra. Kerr, aunque dado que el escritor fallece en 1940, me parece algo desfasado, más años cincuenta que treinta, así como los peinados de ella, al estilo de Kim Novak, en los que predominan los recogidos ultra elegantes, alternados con sueltos tipo estropajo (de cuando los estropajos eran de esparto).  Y finalmente los detalles de ambientación que son muy entretenidos de ver (como ese avión comercial con camas tipo tren).

Desde luego, después de ver la película pocas ganas pueden quedar de leer el libro de memorias de esta señora. Si se desea leer la entrada siguiente: Sheila Graham y cómo sacar provecho de Scott Fitzgerald.

Midnight in Paris, film 2011

«Midnight in Paris»

dir. Woody Allen

USA, 2011

 

En esta película los Fitzgerald aparecen como personajes en unas tres ocasiones y con una duración de entre dos y tres minutos en total. Se les presenta de forma amable y nos ofrecen la imagen estereotipada que tenemos de ellos: chispeantes, amables, amigables, elegantes, bebedores, ella desquiciada… Los actores se parecen bastante. Mientras que, todo hay que decirlo, Hemingway es presentado como una caricatura de sí mismo

Alison Pill como Zelda y Tom Hiddleston como Scott


Creo que es interesante reproducir todo el comentario sobre la película que hice el 20-5-2011 en otro blog de cine. Es el que sigue:

En una de las últimas películas de Woody Allen, el protagonista interpretado por él mismo es un director que se queda ciego, bien, pues no sé que si en este caso Allen está perdiendo vista sin darse cuenta, ya que sólo así comprendo que pueda filmar una historia de fascinación visual por una ciudad y lo haga con una fotografía tan espantosa.

La película empieza con una larga y finalmente tediosa secuencia de vistas de París con una fotografía que duele la vista y con la típica música de jazz que Allen usa hasta la extenuación. Después pasamos a una historia situada en el presente en la que la cámara recorta parcialmente la cabeza de los protagonistas. ¿es un problema de la sala de cine? no sé, ya poco importa (he vuelto a ver la cinta en televisión y no tiene ese problema de encuadre, ni la fotografía es tan oscura -era el cine-). Aparece el actor principal, que en este caso es Owen Wilson, un actor por el que siento bastante simpatía, y está ausente, perdido, con una tristeza profunda y una mirada que asusta (¿no intentó suicidarse?) y sabes que no tiene que ver con su papel en la película. Después están todos los demás que acompañan, pero en este caso se limitan a cumplir con el mínimo.

Owen Wilson interpreta a un escritor en crisis fascinado con el París de los años veinte y mágicamente es trasladado a esa época dónde puede codearse con Hemingway, Picasso o Scott Fitzgerald. Aquí la fotografía parece más adecuada. Resulta bastante encantador y divertido ver cómo se presentan todos esos personajes, algunos más afortunados que otros. Mención especial para el Dalí de Adrien Brody. Entonces aparece la idea que mueve la película y finalmente constituye lo más importante:  el escritor añora los años veinte y la musa de los años veinte añora la Belle Epoque y cuando son trasladados a la Belle Epoque descubren que los que están añoran el Renacimiento y el caso es al parecer despreciar el presente y sobrevalorar el pasado; la falacia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Si bien, esta idea salva la película, la sensación general es que Woody Allen se traciona a sí mismo y que a estas alturas está haciendo demasiadas concesiones. Curiosamente con éxito, ya que al parecer la película gusta.

A mí me ha parecido bastante condescendiente con el público. Cuando veía a tanto español por el mundo de los años veinte, pensé que era una forma de dar las gracias a la productora española Mediapro, pero no es cierto. En realidad esta película ya fue escrita por Allen como relato titulado «Para acabar con los libros de recuerdos-Memorias de los años veinte» a finales de los años sesenta, está incluida en el libro «Como acabar de una vez por todas con la cultura». Si se lee este divertido relato se ve exactamente la película, pero con una notable diferencia, el texto es una parodia, la película un homenaje. La cuestión fundamental es que ahora no puede hacerse una parodia, ya que la parodia sólo funciona cuando se conoce el tema. No te puedes reír de Gertrude Stein si no sabes quien es.

«ese invierno, Alice Toklas, Picasso y yo alquilamos una villa en el sur de Francia. En ese entonces, yo estaba trabajando en lo que parecía que iba a ser una gran novela americana, pero los caracteres eran demasiado pequeños y no pude terminarla.
Por las tarde, Gertrude Stein y yo salíamos a la caza de antigüedades en las tiendas locales, y recuerdo que, en cierta ocasión, le pregunté si consideraba que yo tenía que hacerme escritor. En la típica manera enigmática, que a todos nos tenía encantados, me contestó «no». Consideré que me había querido decir sí y, al día siguiente partí hacia Italia…»

«Tanto Gertrude Stein como yo examinamos con meticulosidad las últimas obras de Picasso y Gertrude opinó «el arte, todo arte, es la expresión de algo». Picasso no estuvo de acuerdo y dijo: «Déjame en paz. Estoy comiendo». Mi opinión fue que Picasso tenía razón: estaba comiendo» (pág. 99-100)

Vivimos una época de baja cultura, de cultura mass media. En este momento no tendría sentido «La última noche de Boris Grushenko» (Love and Death, 1975) ¿por qué, quién lee ahora a Dostoievski y a Tolstoi…? muy pocos. No está de moda la literatura clásica (salvo Jane Austen). Woody Allen lo sabe y quizás ya no hace falta acabar de una vez por todas con la cultura, porque ya se ha hecho y ahora la gente sólo quiere historias bonitas que terminen bien, aunque no sea cierto.