La tarde de un escritor (1936), F.S. Fitzgerald

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(Afternoon of an Autor)

relato aparecido en la revista Esquire (agosto 1936)

Francis Scott Fitzgerald

(Cuentos 2 – pp. 679 a 688)

Considerado más un ensayo autobiográfico que un cuento. De hecho se describe a sí mismo con total claridad, seguramente con mucha autocompasión disimulada.

1936. Scott moriría cuatro años después tras un deterioro progresivo mezcla del alcohol y otras patologías difusas.

El protagonista del relato se levanta con dificultad de la cama pero sin sentirse enfermo, al contrario de varias semanas atrás. Vive con su hija y una criada. Su hija ya ha salido. Son las nueve, desayuna y lee el correo: cartas desagradables, facturas, noticias de Hollywood. La criada le pide un cheque, él alega que se quedará a trabajar por la manaña y saldrá por la tarde, pero en autobús: el coche lo ha vendido.

Después de descansar un rato acomete la tarea de terminar un relato. Pero no se siente inspirado. Piensa en salir a dar una vuelta, pero no tiene suficiente energía. Sigue con el texto. Se atasca. Se siente de nuevo cansado. Lo llama la secretaria por horas, pero no tiene nada para ella. Vuelve a pensar en salir. Vestirse ya es un drama. Pensar en la calle le inquieta. No quiere hablar con nadie. Coge su champú  para que lo use su barbero cuando lo atienda y una ampolla de «luminol» (1)

«El perfecto neurótico» se dijo, mirándose al espejo. «Subproducto de una idea, escoria de un sueño.»

Va a la cocina y recuerda una batallita de su no intervención en la primera Guerra Mundial. Entonces condujo de forma temeraria un vehículo militar, ahora, ya en la calle,  espera el autobús que le recuerda a gente cansada. Se sienta en el piso de arriba y las ramas de los árboles golpean la ventanillas sin cesar. Cualquier detalle lo transporta al pasado, un pasado lejano, triste  y evanescente, incluso se le ocurren relatos, pero no están a su altura requerida: un cuidador de césped en la universidad de su hijo, acaba cuidando el césped del cementerio cuando su hijo fallece.

Recuerdos de todas clases acuden a su mente ante cualquier pequeño estímulo exterior, de épocas mejores, por supuesto. Llega a su habitual barbería de un hotel, dónde casi nunca encuentra al enfermo dueño y lo atiende un suplente, lo que le recuerda la historia del propietario de su barbería favorita en los años 20s que había ganado una fortuna de 300.000 dolares en la bolsa gracias a la confidencia de un cliente y pensaba retirarse, pero con el crack del 29 lo perdió todo.

Ya arreglado sale al vestíbulo. Oye tocar una orquesta en el bar del otro lado. Hace tanto que no baila. No quiere recordar más y se pone en marcha para volver a casa. El autobús tarda una barbaridad, pero no le gustan los taxis. Sube con dificultad los pocos escalones del bus. Su vista vuelve a rememorar sin cesar durante el trayecto de regreso, proyecta ideas sobre lo que ve.

Llega a su bloque de apartamentos. Último piso. Su hija aún no ha vuelto. La criada le pregunta como le ha ido. Él responde ¡fantástico! he hecho de todo. ¿Noticias? Ninguna. —Me trae un vaso de leche. Descansará y luego intentará aprovechar las dos horas antes de la cena para trabajar.


(1) Yo pensaba que aquí había un error de traducción porque el «luminol» es una sustancia que se utiliza para detectar restos de sangre, por lo general en escenarios de crimen.
__En otro relato «Dormir y despertar» , lo han traducido como píldoras de «luminal«.
__Lo he mirado en los textos originales y pone «luminol» tanto en píldoras (pills) como una pequeña ampolla de (a small phial)
Lo curioso es que la denominación correcta es LUMINAL. Era el nombre comercial de un barbitúrico compuesto de Fenobarbital (Phenobarbital) de la casa Bayer, que se usaba para diferentes patologías psiquiátricas en especial la epilepsia porque reduce las convulsiones. Actualmente los barbitúricos están en desuso por su toxicidad y su relación con suicidios por ingesta descontrolada.